21.8.05

 

Los Estudiantes y la Política

El aniversario del último golpe de estado nos obligó a pensar en infinidad de cosas: represión, tortura, genocidio, desindustrialización, cambio de modelo… nosotros elegimos continuar en la misma dimensión que el año pasado: profundizar en la comprensión de la historicidad del estudiante universitario en la sociedad argentina. Para esto invitamos a tres reconocidos intelectuales: Patricia Funes, Eduardo Anguita y Horacio González, quienes realizaron una charla en torno al tópico "Los estudiantes y la Política". Esta nota es la desgrabación de la conferencia que realizaron en el SUM de la FCE.

Patricia Funes. Profesora de Historia Latinoamericana, trabaja actualmente en la desclasificación de los Archivos de la Memoria en la Plata.

Hablaremos de dos momentos de la historia de América Latina para enmarcar esta relación entre estudiantes y política: los años '20 y los años '60, dos décadas muy creativas, de horizontes muy utópicos, en las que la región se veía a sí misma como una región, y la Argentina, que en general es un país muy poco latinoamericano, tuvo fluidos contactos, sobre todo en el ambiente universitario.

Los años '20 tienen una significación peculiar para América Latina. Después de la Primera Guerra Mundial se dio un proceso de revisión de los patrones del siglo XIX: Ciencia, Progreso, Civilización; si lo que era el faro de alta cultura de la civilización había terminado en una guerra en donde murieron cuarenta millones de personas, hubo que pensar la Civilización de otra manera. Comenzó a relativizarse el papel del conocimiento, de los intelectuales, de la universidad. Como dijo Enrique Sureña: "no es que tengamos brújula propia, es que hemos perdido la ajena". Esto generó un ámbito de libertad de pensamiento y creatividad que se expresó en las vanguardias científicas de la época y en los ambientes universitarios de la mano de la reforma universitaria, sobre todo en aquellos países en los cuales la relación entre los estudiantes y el orden social era más conflictiva que en Argentina, en donde, de alguna manera, hubo un guiño entre Yrigoyen y los estudiantes universitarios, que le sirvieron para socavar el orden oligárquico precedente. En el resto de América Latina, sobre todo en aquellos países que soportaban largas dictaduras – el Perú de Leguia, la Venezuela de Juan Vicente Gómez, la Cuba de Machado- esa invocación al Manifiesto Liminar tuvo trascendencia histórica porque decía lo que en América Latina muchos estaban dispuestos a escuchar: estamos pisando una revolución, la revolución rusa- y Rusia era un país periférico. Esa revolución hacía posible pensar en otras revoluciones del espíritu. Es la idea de política la que se resignifica en estos años.

En estos lugares donde había dictaduras o intervención de los Estados Unidos (la época del gran garrote), la relación entre estudiantes y obreros fue muy estrecha. La Federación de Estudiantes Peruanos tuvo su bautismo de fuego en 1923 cuando los estudiantes salieron por primera vez a la calle, a partir de lo cual se inició el exilio de Haya de la Torre. Lo mismo sucedió con la Generación del '28 en Venezuela con Rómulo Betancourt y la del '20 en Cuba con Julio Antonio Mesa. Esta relación entre obreros, estudiantes y política se dio en ámbitos básicamente sociales y culturales, no desde los partidos políticos. Se dieron procesos interesantes. Por un lado, el movimiento estudiantil tomó prestadas herramientas básicamente del sector obrero: una huelga se hace para que haya problemas en la producción, pero pensemos ¿cuál era la lesión de que los estudiantes hicieran huelga? En segundo lugar, se creó un espacio de reunión: las universidades populares. Eran un lugar de reflexión entre autodidactas que no estaban en la universidad, profesores y alumnos, entre intelectuales y obreros; de esos lugares salió la nueva dirigencia política de los años '30 y '40. Hay una relación entre intelectuales, conocimiento, cultura y sociedad extra-partidista y muy política.

En los años '60 se dio también una relación entre la juventud, otra revolución- la cubana- y la expansión de las clases medias y las universidades latinoamericanas, que dejaron de ser de élites políticas y económicas. La relación entre estudiantes y política se tensionó, en principio, porque la revolución cubana tenía ese sello de estudiantes-jóvenes-utopistas. Aparecieron en los primeros años '60 en toda la región dos grandes proyectos: uno es el de la alianza para el progreso -como contraparte de las políticas de Estados Unidos sobre la región- o sea el Desarrollismo de los años '60 y '70. Esto se acompañó con una crisis en la que se pusieron en tela de juicio todas las convenciones sociales –religiosas, sexuales, culturales. En 1968 se produjo en Méjico la matanza de Chatelolco (que recién hoy se esta empezando a investigar oficialmente) en una manifestación conjunta de estudiantes y ferrocarrileros en contra del agotamiento cultural del régimen político: el Cordobazo de 1969 no fue un hecho aislado en el contexto latinoamericano. La confluencia de estudiantes y obreros respondió a que, pari pasu a las políticas desarrollistas, las reformas desde arriba, aparecieron las frustraciones de ese proyecto: de techo, agua, comida, educación para las enormes poblaciones por debajo de la línea de pobreza en el tercer mundo. Entonces surgió, frente al agotamiento de las políticas desarrollistas que intentaban superar los niveles de pobreza para evitar el caldo de cultivo de una nueva 'Sierra Maestra' en el resto de Latinoamérica, la segunda de las políticas, la de la Seguridad Nacional.

Para la Argentina tenemos una primera etapa hasta 1966, en donde estudiantes y política tuvieron bastante que ver con una política ligada a la institución universitaria, porque había canales de participación dentro de la universidad. Tenemos la idea de la universidad dorada, de la excelencia académica: EUDEBA editó diez millones de libros en seis años, surgieron infinidad de revistas, la Prensa Cultural, Tía Vicenta... Todo eso se acabó con la "Revolución Argentina" de Onganía, la primera de las dos dictaduras militares inspiradas en la doctrina de la Seguridad Nacional: no es casual que los primeros actos de Onganía hayan sido cerrar los hoteles alojamiento, cerrar Tía Vicenta y entrar a los bastonazos en la Universidad. Eso tiene bastante que ver con una mirada sobre estudiantes y jóvenes que se asociaba cada vez más a la protesta, ya no política sino a la impugnación de los valores de determinada clase social: la que sustentaba la civilización occidental y cristiana. En esta segunda etapa, a partir del '66, se produjo la exclaustración del movimiento estudiantil; entre el '63 y el '76 surgieron nuevas federaciones: la FUBA, el FAUDI, el FURN1 y FAEP2 entre otras. Es decir, desaparecieron los canales de participación dentro de la universidad: para cambiar la universidad había que cambiar el país. Esta fue la característica principal: la política universitaria estaba subsumida a la política general, a la revolución nacional.

Eduardo Anguita. Licenciado en Comunicación (UBA), conocido por nosotros por la coautoria de "La voluntad: Historia de la militancia en los 70" y otros libros. Trabajó en la redacción de Télam.

La intervención de la Universidad a treinta días de iniciada la "Revolución Argentina" tuvo un gran impacto en la sociedad, porque pese a que la clase media estaba acostumbrada a los golpes militares, nunca se había coartado el espacio de la autonomía universitaria. Si bien en la Argentina había habido, hasta el momento de la irrupción del régimen de Onganía, una tradición de luchas populares, fueron las Fuerzas Armadas las que se ocuparon de configurar un enemigo. En 1966 lo que había era una resistencia peronista intermitente y con dirigencias muy combativas pero también reprimidas por los militares y la derecha peronista. El movimiento estudiantil estuvo en el foco de esta represión incluso antes de que hubiera dirigencias estudiantiles militantes. En este sentido no fue sino hasta el '68 que la resistencia estudiantil adquirió la fuerza que desembocaría en 1969 en el Cordobazo, en donde ocurrió algo relativamente inédito en Argentina: cierta alianza entre los estudiantes y el movimiento de la clase obrera. Este encuentro que se repetía por toda Latinoamérica dio un gran envión a los movimientos revolucionarios no tradicionales de la izquierda argentina; empezó a romperse la idea tradicional de aquellos movimientos estudiantiles que habían sido de alguna manera satélites de la vieja dirigencia política y se amplió la izquierda peronista. Esto configuro una camada de militantes políticos muy jóvenes, muchisimos de clase media, de agrupaciones estudiantiles que se volcaron a la lucha revolucionaria, más por levantar programas socialistas que por una pertenencia especifica al movimiento estudiantil. A partir de finales de 1972, la gran movilización popular argentina en luchas populares clandestinas tuvo como eje excluyente la figura de Perón. Estos movimientos estudiantiles colaboraron de manera muy activa en todo el proceso que culminó en las elecciones de marzo del 73 y que permitieron la llegada del gobierno de Cámpora. En paralelo a este proceso de auge de la militancia, se dio otro de represión al movimiento estudiantil y popular que tuvo sus primeras intervenciones en el año 1971.

Es necesario detenerse en lo que fue el período 1973-1976 para comprender cuestiones clave acerca del movimiento estudiantil y sus relaciones con otros actores dentro de la sociedad. La respuesta de las distintas derechas –militar nacionalista, eclesiástica, peronista - ante el cambio político que significó el gobierno de Cámpora se ejemplifica con la intervención de la UBA, y la actividad de la agrupación parapolítica de la Triple A encargada de la desaparición de profesores y estudiantes, como mensaje para el resto de la comunidad universitaria. A partir de esto empezó a vivirse una retracción muy grande de los movimientos estudiantiles. Lo que se vivió entre mediados del '74 y el golpe del '76 no fue solamente el exterminio gradual y sangriento de la militancia, también se fue vaciando de contenido la vida académica, porque al amparo de esta represión iban cambiando los programas de estudios, la bibliografía, las cátedras. Este último año y medio de la vida política anterior a marzo del '76 fue muy poco estudiado, fue el período en el que el movimiento popular sufrió más derrotas, quizás donde los dirigentes y militantes de las agrupaciones revolucionarias más errores cometieron. Cuando llegó en marzo el golpe militar, no sólo el trabajo de inteligencia, sino que también la mayor parte del trabajo de desarticulación y represión ya estaba hecho. Este proceso fue ignorado por los propios movimientos estudiantiles, gremiales, intelectuales; es más, si se revisan los archivos de esa época, en la militancia se anotaban los pequeños crecimientos y logros, sin notar que la escena central estaba recayendo en el otro bando.

Horacio González Estudio sociología en la UBA, militó en el peronismo en los '70 y participo de las cátedras nacionales y en la revista Envido. Doctorado en San Pablo, regresó a la Argentina en 1985, pasando a ser profesor en sociales de Teoría Estética y Teoría Política, y de Pensamiento Social Latinoamericano. Actualmente es vicedirector de la biblioteca nacional.

Hay una figura que al hablar de militancia universitaria no puede ignorarse: Deodoro Roca, autor del Manifiesto Liminar3, gran figura del movimiento reformista de 1918. La palabra reforma, que es usada a veces en contraposición de una acción más enérgica, es una palabra que en la Argentina es digna de ser mantenida en lo alto de una bandera. Esa palabra cruzó cincuenta años de vida política argentina, no en vano muchas personas se sienten atadas a esa identidad que muchos pueden despreciar por insuficiente, pero que fue la base de un movimiento social y colectivo como quizás no hubo otro en la universidad argentina. El manifiesto como texto en sí es muy relevante, incluso el nombre "manifiesto liminar" es una rareza literaria. Frases como "vivimos una hora americana" o "las libertades que nos faltan son los derechos que aun debemos conquistar" marcaban muy a fondo la idea de la reforma, una idea modernista que involucraba figuras relevantes de la vida argentina.

Deodoro Roca exploró una situación, una posibilidad: darle una importancia desmesurada a la Universidad, un universitarismo. Creía que la sociedad tendría las reformas que la universidad iniciara. Las consignas de la reforma son laicas -para la Córdoba eclesiástica de 1918- y científicas, tenían un toquecito cientificista y un puntito antiinmigratorio. Luces y sombras de la reforma universitaria. Lo cierto es que Deodoro Roca decía algo muy importante: toda ciudad, al ser universitaria, es una ciudad quimérica pero emancipada, que irradia de sí misma todas las libertades posibles. La reforma fue fuerte por esto que hoy puede parecer desmesurado y que en la época lo era. Leopoldo Lugones, que era un gran polemista y uno de los grandes escritores argentinos, se rió mucho de eso e incluso los acusó por izquierda de estar apoyados por Yrigoyen. No se trataba sin embargo de cualquier gobierno; visto a la distancia era un gobierno de gran sutileza y sensibilidad. Yrigoyen estimuló la reforma porque se veía latinoamericanista aunque con un idioma propio.

Diez años después el propio Deodoro Roca, ya con una fuerte influencia del Partido Comunista, escribió otros documentos. El P.C., que no aceptaba plenamente la idea de universitarismo, proviene de la revolución soviética que, a diferencia de la cubana, no fue iniciada desde la universidad. Lo del primer Deodoro Roca se parece a lo que fue el marcusismo de los '60, Francia el '68: la Universidad como un gran canto utópico rechaza a la vida burguesa y ve a los estudiantes como sustitutos (una gran sustitución poética) de los obreros cuyo potencial revolucionario había descendido. En los años '20 el PC seguía a Lenin quien, si bien veía a los estudiantes como un sector ideológico disponible para la revolución, no se sentía estrictamente un estudiante. Por eso, cuando Deodoro Roca entró en contacto con el PC, de donde obtuvo la idea –obvia- de la crítica objetiva de la historia frente a la pretensión universitaria de cambiar todo desde sí misma, el universitarismo es criticado. El P.C. definió en ese momento de manera muy perdurable - porque hasta hoy esa definición es tomada por los más diversos grupos políticos –"la universidad puede llegar a cambiar si la sociedad cambia"; se invierte el orden de prioridades. Esa es la idea del segundo Deodoro Roca.

La idea poderosa de la reforma es algo que podríamos considerar un error incluso en su misma época. Bajo esta idea la universidad se convierte en una especie de partido; el reformista cabal se siente extraño cuando es vinculado a un partido, el reformista es un universitarista. Es entonces cuando Deodoro Roca escribió la otra frase, que es la que finalmente tuvo vigencia: "no hay reforma universitaria si no hay reforma social". Invirtió él mismo su propia consigna. La utopía universitaria encontraba su realidad, y al mismo tiempo que se hacía más verdadera, se empobrecía un poco su fuerza utópica.

Hoy mismo los movimientos políticos dicen lo mismo: "si la universidad no es de los trabajadores, entonces nada importante ocurrirá en su seno". Mientras tanto existe calladamente la idea universitarista, la idea de que la universidad es una metáfora de la sociedad, con su parlamento, sus procesos sociales. Si no, no se entiende cómo hay tanta energía alrededor de ser electo consejero estudiantil, matar o morir por obtener una carrera aún en una sociedad donde los títulos son cada vez más despreciados. Hay en todo eso una energía política que proviene del ideal de la reforma. La universidad cariándose anuncia cambios en la sociedad, pero esto no lo crea el movimiento estudiantil. En una sociedad compleja, partida y en gran medida desalentada ningún movimiento –ni el estudiantil- puede arrogarse la dirección del curso de una sociedad.

Podemos mencionar la crítica a la reforma que hizo el grupo FORJA en los años '40, un grupo muy importante que surgió de la universidad. Sus más importantes representantes habían sido todos reformistas. Muchos habían sido marxistas, muchos se habían volcado al nacional socialismo, otros a la derecha.

La critica de FORJA se basó en la idea de que la universidad de la reforma pudo haber sido emancipadora, latinoamericanista. Jauretche acusa a los estudiantes de ser la representación de la clase media, porque la dictadura cultural se proyecta hacia diferenciaciones sociales. No aceptó la tesis de Lenin, la idea de que los estudiantes eran un sector social avanzado que podía desprenderse de su origen social, sostuvo que eran, en cambio, la avanzada política de la clase media y por lo tanto expresión de los valores de los partidos burgueses. Jauretche dio un paso más y aplicó esto a otro sector que también se educa y lee: los militares. Efectivamente las corrientes de ideas están en todos lados y si la Universidad con el reformismo quiso bañar a la sociedad su consigna iluminadora de cambio, el ejército hizo lo mismo pero con posibilidades prácticas mucho más evidentemente resueltas. Lo demostró sangrientamente en períodos nefastos de nuestra historia.

Ese tema, que son las ideas y las armas, está siempre abierto hacia nosotros. En los años '60 y '70, dirigentes estudiantiles importantes pasaron después a partidos políticos, militantes armados fueron dirigentes estudiantiles. De una u otra manera, pensando en aquellos años tan terribles para todos, lo que no cambia es la enorme responsabilidad de la Universidad. Una universidad muy pobre, no sólo económicamente, pobre de ideas, pobre de grandes planteos. Está la idea del primer Deodoro Roca: hay que trabajar para adentro para mejorar el nivel de la Universidad. Una Universidad sin nivel, con cánones profesionales muy pobres, que debe elevar su calidad política: en la actualidad reina el esquematismo, la pobreza conceptual, la cita incluso mal hecha, un pedagogismo directo, lineal: no hay ninguna obligación de que por querer transformar el mundo y querer hacerlo rápido uno deba escribir cosas muy pobres.

Del segundo Deodoro Roca tomo la evidencia transutópica y realista al mismo tiempo de que los movimientos sociales y políticos deben interrogar fuertemente a la universidad. No se trata de desdeñar la vida académica, pero no debe renunciarse desde la academia a encontrar la vía de la relación con los movimientos sociales: los idiomas populares y los idiomas universitarios deben poder conjugarse. Las trabas a esto son consecuencia de los clichés y los estereotipos que se mantienen en la universidad. Debe entenderse a la profesión como una gran herencia del pensamiento de una sociedad. Si aceptamos eso, ahí ya hay muchas ideas de transformación, ahí está el primer Deodoro Roca- aceptando que quizás tenga razón el segundo Deodoro Roca.


Desgrabación y edición: Mariana Sanguinetti
1 Federación Universitaria por la Revolución Nacional
2 Federación Argentina Eva Perón
3 Que en realidad se llama "La juventud argentina de Córdoba a los hombres libres de Sud América".


Los archivos de la Memoria (Patricia Funes)
Es importante el testimonio que tenemos acerca de la mirada que los servicios de inteligencia -concretamente la Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires- tuvo sobre las universidades, los intelectuales y los estudiantes. "Estudiante Oscar de la localidad de Carlos Casares, 12 años de edad, concurre a la Escuela Nº6 de la mencionada localidad. El padre es agricultor, ganadero, de ideología política del pueblo. El menor no tiene ideología definida debido a su corta edad y el haber solicitado datos de algún país de atrás de la Cortina de Hierro se debe a que la directora del mencionado establecimiento ordenó que todos los alumnos que cursan sexto grado soliciten a los países europeos, con fines culturales, material ilustrativo de los mismos." En el informe después se adjunta y se dice, obviamente, que el chico fue a la embajada de Checoslovaquia porque la maestra se lo pidió, sin embargo "...inicia en un contacto que puede llegar a terminar en comunismo". Dice un informe del año '57 de este servicio de inteligencia: "Teniendo en cuenta que la acción comunista es muy intensa en nuestro medio, en las esferas intelectuales, siendo las universidades uno de los lugares preferidos por ellos; es imprescindible someter a estos lugares institucionales a una severa aunque discreta vigilancia." La vigilancia fue severa pero no fue tan discreta. Los espías se dedicaron a los centros de estudiantes y las agrupaciones estudiantiles, tanto en sus actividades políticas como extra-políticas.

Este registro abarca desde el año 1957 hasta el año 1998. Que durante quince años de democracia hubiera una división de inteligencia ligada al espionaje de ciudadanos esta diciendo algunas cosas acerca de las tareas pendientes de la transición democrática.

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