21.8.05

 

Editorial

Un año atrás hacíamos referencia, desde estas mismas páginas, a la asunción de las nuevas autoridades del Departamento y la Carrera de Economía. Este suceso –cuya difusión, vale decir, omitió casi por completo al estudiantado- fue entendido por nosotros en ese entonces como un paso adelante respecto de la situación de acefalía previa, que impusiera como norma el autismo, la inactividad y la disociación de la conducción respecto de los diferentes sectores que le dan vida concreta a nuestra carrera.

A su vez, reiterábamos una proposición que desde hace ya más de un año y medio sostenemos; esto es, la necesidad de constituir una comunidad académica propiamente dicha como vía para la formación de intelectuales críticos –valga la redundancia- y, por ende, comprometidos con su contexto histórico y social. Llamamos, consecuentemente, a las autoridades a presentar su proyecto y sus ideas frente a los estudiantes: este encuentro tuvo lugar a principios de este año, si bien finalmente por iniciativa de nuestra agrupación y no de dichas autoridades.

Hoy nos proponemos realizar un balance de la gestión iniciada entonces, a partir de los elementos que consideramos centrales para identificar su lógica de intervención. Creemos que este balance se justifica tanto por el tiempo transcurrido desde la asunción como a partir de la necesidad, en tanto estudiantes, de participar activamente en la discusión de la que depende el futuro de nuestra carrera. Por lo demás, los criterios con los que este balance se realiza son conocidos para todo aquel que formó parte en uno u otro modo de nuestras actividades: sus horizontes incluyen la ya mencionada conformación de una comunidad académica, la institucionalización de una carrera plural en sus perspectivas teóricas, y la coherente canalización de ambos procesos hacia la reflexión sobre los problemas fundamentales de la economía nacional, en tanto intelectuales de una determinada sociedad a la cual nos debemos y en la que desenvolvemos nuestra propia actividad profesional.

En cuanto a sus contribuciones a la conformación efectiva de una comunidad que incluya a estudiantes, docentes, auxiliares docentes e investigadores, consideramos que esta gestión ha mostrado ciertos rasgos progresivos. Los mismos pueden hallarse en las reuniones realizadas con el claustro docente; en su presentación al estudiantado rompiendo una tradición arraigada; en la realización de una encuesta académica que aparentemente pretende sistematizarse y de los seminarios internos en los que investigadores reconocidos presentaron sus trabajos en curso.

Sin embargo, la propia mención de estos puntos nos lleva a plantear nuestros reparos: las reuniones realizadas con el claustro docente fueron realizadas sin ánimos de construcción conjunta; la presentación al estudiantado requirió la iniciativa de una agrupación; los seminarios realizados –amén de su escasa o nula difusión- carecieron de un eje articulador que promoviera el debate y sustentara el espacio creado. Por otra parte tanto estudiantes como docentes y auxiliares se hallan aún excluidos de la toma de decisiones, siendo que no se ha conformado ningún ámbito en el que ésta pueda darse a través de un consenso colectivo: ya en otras oportunidades hemos sugerido la necesidad de una Junta Departamental que absorba y dé lugar a las experiencias de todos los integrantes de nuestra comunidad académica.

Celebramos asimismo la incorporación de cursos como los de R. Astarita (Desarrollo Económico); M. Schorr, M. Kulfas y K. Forcinito (Estructura Económica Argentina); B. Kosacoff; R. Bisang; D. Maceira; A. Ramos e I. Apella (Organización Industrial); u Oscar Cetrángolo (Finanzas Públicas). Consideramos que esta incorporación va en el sentido de requerimientos insatisfechos durante años, de los que se hicieran eco iniciativas como la Escuela de Economía Política y la Cátedra Nacional de Economía Arturo Jauretche: de un lado la posibilidad tanto para el estudiante como para el docente de elegir bajo qué perspectiva analítica procurará abocarse a su objeto de estudio; y, de otro lado, la necesidad de que el contenido de los cursos dé cuenta de la problemática nacional y no de modelos diseñados para explicar fenómenos que nos son ajenos en sus términos. En este sentido, resulta relevante que tanto el nuevo curso de Organización Industrial como el de Estructura Económica sean conducidos por grupos de investigadores que se han dedicado al estudio de la economía local desde hace tiempo desde instituciones como CEPAL y FLACSO, respectivamente.

El grado de institucionalidad que estos y otros cursos detentan, sin embargo, es pobre de toda pobreza: su existencia es producto de una decisión tan unilateral como cualquier otra, revocable hasta tanto no sea convalidada por un concurso legítimo, y en más de un caso condicionada por la existencia de programas que preconizan ciertos enfoques de forma exclusiva. La altísima proporción de cursos no concursados ha sido destacada en repetidas oportunidades por la gremial docente y el movimiento de auxiliares; y a ella hay que sumar la también elevada proporción de cursos en blanco o a cargo del Departamento de Economía. Resulta claro que en este marco, si bien se han sentado las bases para un progresivo avance hacia una carrera consistente con sus propósitos, algo tan banal como un cambio de autoridades podría tronchar inmediatamente cualquier evolución.

Lo antedicho también es válido si hablamos de los criterios establecidos para la designación de nuevos docentes: en tanto y en cuanto ésta sea producto de una decisión unilateral y no surja como fruto del consenso con los representantes docentes y estudiantiles, existirá un vacío institucional que permitirá la imposición de la arbitrariedad por sobre cualquier concurso.

Por último, y en cuanto a la proyección de la FCE hacia la sociedad que la circunda, observamos aún las mismas falencias que mencionáramos en otras oportunidades: el Plan Fénix, único espacio orgánico sostenido al día de hoy, presenta una existencia a todas luces más concreta puertas afuera de nuestra facultad que en su interior. El contraste entre la proyección de este Plan en los medios de comunicación y su presencia en los claustros continúa siendo abrumador, vista y considerada la virtual inexistencia de ámbitos para la participación activa del estudiantado -así como del conjunto del claustro docente- en el desarrollo de su producción teórica. Cabe asimismo destacar la forma concreta que esta producción toma para el estudiante, esto es, la periódica publicación de investigaciones concluidas de cuyo proceso de elaboración no se tuvieron noticias.

En suma, debemos admitir que las autoridades de la Carrera y el Departamento de Economía han impreso una cuota propia de dinamismo al desarrollo de la vida académica, de la que se hallaban hasta ahora ausentes las Direcciones respectivas. A la luz de aspectos que ya hemos mencionado arriba debemos reafirmar que a nuestro entender el fin de la acefalía ha resultado un paso adelante; sin dejar por esto de recalcar las significativas objeciones que emergen frente al proceso en marcha. No puede decirse que existan esfuerzos por parte de las Direcciones en pos de crear un marco institucional que disponga la participación efectiva de estudiantes, docentes y auxiliares en la definición del futuro de la carrera; ni aún de uno que disponga la perdurabilidad de las transformaciones impresas por las propias autoridades actuales.

Asimismo, continúa ausente el ámbito desde el que se impulse la problematización de la realidad económica argentina por parte de los actores ya mencionados de nuestra comunidad académica. De más está decir que este aspecto resulta, por acción u omisión, crucial en la configuración de la identidad del egresado de la Carrera de Economía (Política) de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires.

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