19.10.04

 

"Producir sociedades": El desarrollo en América Latina

Quienes formamos el Germen y hacemos esta revista empezamos a estudiar Economía con la aspiración de entender y actuar sobre la realidad en la que estamos insertos. Habiendo hecho ya la mayor parte de nuestras carreras, encontramos que esas aspiraciones se vieron, al menos, postergadas. Buscando dar un paso en su materialización, durante el mes de junio llevamos adelante conjuntamente con el CEILA (Centro de Estudios Internacionales y Latinoamericanos, FCE-UBA) un ciclo de charlas para abordar la problemática latinoamericana, cuya comprensión nos aparece como imprescindible para decodificar nuestro presente e interpretar nuestro pasado. En este número de Plan [h] reproducimos la exposición del economista del IEF-CTA (Instituto de Estudios y Formación de la Central de Trabajadores Argentinos) Martín Hourest, que tuvo lugar en el segundo de esos encuentros; titulado "El Desarrollo en América Latina".

§

"Ud. supone que la Economía Política es una investigación de la naturaleza y causas de la riqueza – y yo estimo que debería llamarse investigación de las leyes que determinan el reparto de los productos de la industria entre las clases que concurren a su formación. (…) Cada día me convenzo más de que la primera investigación es vana e ilusoria y que la segunda es el verdadero objeto de la ciencia."
Carta de Ricardo a Malthus de 9 de octubre de 1820, citada en la Teoría General de J.M. Keynes.

América Latina es el ámbito en donde los intentos de corrección de las limitaciones de aquellas estrategias de desarrollo de los 60', fundamentalmente relativas a la insuficiencia de la demanda, a las crisis del sector externo y a la escasa densidad del tejido productivo, a través de los procesos de liberalización de la cuenta capital y de la cuenta corriente, devinieron en el más absoluto fracaso. Si Argentina y América Latina configuraban en los 60' un continente que era una promesa, hoy integran lo que se ha denominado el continente de la desigualdad. Esto es fundamental a la hora de discutir el tema del desarrollo.

El concepto de "desarrollo", en el contexto del debate de la economía mundial, tiene tal grado de mal uso que se convierte en una palabra tóxica. "Desarrollo" fue la corrección humanista que pretendió agregar a "crecimiento" una dimensión cualitativa, humana. Curiosamente, cuando se pretendió establecer esta dimensión humana, automáticamente las propias teorías del desarrollo estallaron.

Si, aún precariamente, se admite el concepto de desarrollo, la primera discusión es acerca de cuál es el punto fijo a partir del cual se piensa el desarrollo. Si la cuestión central es la igualdad, el debate sobre el desarrollo debe empezar cuestionando los criterios con respecto a la dotación de factores, de propiedad, o de poder, porque son estas circunstancias las que producen la desigualdad. Sin embargo hay que ser muy cuidadoso para no entrar en una lógica de arsenales de procedimientos que descuiden la cuestión central, es decir, de qué hablamos cuando hablamos de desarrollo.

Para salir de esta toxicidad, suplantemos el término de "desarrollo" por el de "producir sociedades". Este concepto implica cuatro discusiones: una en torno a cómo se produce y se distribuye; otra acerca de los derechos extendidos e intensivos que tiene cada habitante de la sociedad; otra con respecto a cómo participa el conjunto de personas de esa sociedad en la manera de delinear el futuro y finalmente cómo estas personas revisitan y reconstruyen su pasado. El concepto de "producir sociedades" está estrechamente ligado a la discusión de la economía política, porque discutir estas cosas significa discutir qué tipo de Estado, qué financiamiento, qué relaciones de competencia entre los capitales, qué mecanismos de disciplinamiento del capital sobre el trabajo, qué forma de inserción en la división internacional del trabajo -ya sea en relación con la producción, el comercio o el financiamiento-, qué tipo de ganancias extraordinarias, en el mejor sentido de los clásicos, como determinante de la acumulación de capital, se plantea cada modelo de desarrollo.

En un sentido más importante, producir sociedades significa qué forma de distribución del ingreso, esto es, qué forma de demanda, porque las devaluaciones competitivas o los corredores de comercio no pueden contrarrestar el hecho de que el 80% de las transacciones de nuestros países se realizan mercado adentro. El problema de la demanda es el problema del desarrollo.
Esto sería la primera discusión de la forma de producir sociedades. Inmediatamente la pregunta que debe hacerse en una segunda ronda, es cuáles son los dispositivos estructurales con los que hay que operar. El primero de ellos, como dispositivo estructural del capital, es el monopolio sobre la tasa de inversión. Si éste recae sobre el sector privado, es el capital el que decide la distribución y el empleo. Segundo elemento: el disciplinamiento sobre el trabajo. Si el estatuto de derechos de los trabajadores, formales, informales, registrados o no registrados, depende cada vez más de relaciones contractuales intraempresa, el mecanismo de disciplinamiento del capital sobre el trabajo produce un determinado tipo de sociedad (más adelante se ampliará este punto). El tercer dispositivo estructural que la lógica del capital tiene sobre la forma de producir sociedades es el financiamiento estatal. En sus dos vías: financiar al Estado, a través de los impuestos, pero también capturar el financiamiento del Estado, en términos de subsidios, y de apoyo al proceso de inversión, por vía del gasto. El cuarto dispositivo estructural es la fuga. Y el quinto es la formación de sentido común, es decir, no sólo cómo erradicar las desigualdades, sino cómo hacerlas más soportables.

En esta lógica, a lo que se enfrentan nuestras sociedades cuando discuten el desarrollo, es a cómo dar respuesta a las seis preguntas de los clásicos acerca de cómo gana el capital. ¿Lo hace incrementando la intensidad del trabajo? ¿Haciendo caer los salarios y el valor de la canasta? ¿El capital aumenta su ganancia sobre la base de la densidad de capital bajando los costes de la unidad de capital, es decir, su composición orgánica? ¿El capital mejora su posición con mayor nivel de superpoblación relativa? ¿El capital aumenta su rentabilidad sobre la base de expandirse por el comercio exterior? ¿El capital aumenta sobre la base de la emisión de acciones? La realidad es que estas seis preguntas son respondidas de manera distinta según se trate de América Latina o de los países centrales. No todos los países tienen un sendero de desarrollo asentado sobre la depresión de la canasta de los trabajadores o sobre la no utilización de una mayor densidad de capital. Lo que se advierte es que aquellos países más exitosos en las tareas que en algún momento se le asignaron en el desarrollo, son aquellos que han sumado a la equidad distributiva el cambio técnico. El camino inverso, de iniciar el cambio técnico para llegar a la equidad distributiva es por lo menos dudoso, aún en los casos del sudeste asiático.
La siguiente cuestión a plantearse es cuáles son los rasgos que han aparecido y que siguen persistiendo como problemas en términos de la producción de sociedades. En el ciclo abierto hace 20 años pueden notarse cinco caracteres centrales.

El primero de ellos, el proceso de desindustrialización en el plano continental que va en conjunto con un proceso de primarización y tercearización de la producción, que en el caso argentino alcanza una pérdida del 15 % en su gravitación en el producto. El segundo elemento de este patrón es que toda América Latina se ha extranjerizado. El dato más restallante en términos de política industrial es que en casi todos los rubros, más o menos dinámicos, América Latina ha variado sustancialmente la participación de las corporaciones trasnacionales en el total. Si el proyecto para el desarrollo se basaba en el sueño de productoras de siderurgia latinoamericanas en los 50' y de producción metalmecánica en los 60', nos encontramos con que en los 2000 buena parte de esos sectores están trasnacionalizados. Las decisiones de producción, de incorporación de tecnología y de comercio de esos sectores están en una red mundial de valor y no forman parte de estrategias nacionales de desarrollo. El tercer elemento, en línea con este último, es el proceso nunca visto en América Latina de concentración simultánea de ramas, sectores y tipos de producción. Esto implica menores capacidades de regulación o, al menos, distintas estrategias de regulación sobre actores mucho más concentrados.

El cuarto elemento existente en América Latina, en los 60', los 70' y los 80' es la alta tasa de endeudamiento. América Latina se caracteriza por ser el continente con más desigualdad y el que más recurrentemente se endeuda. Lo llamativo es que ha tenido un proceso de endeudamiento que trasciende todos los movimientos internacionales de capital y que se explica por condiciones endógenas: en los 70' América Latina, y la Argentina en particular, financiaron la desindustrialización con deuda; en los 80' aumentó la deuda por el efecto de la década perdida y la cuasi moratoria internacional; y en los 90' cayó el endeudamiento externo sobre la base de la transferencia de activos, pero una vez consumidos se cerró la década con un incremento de endeudamiento. Seguramente, cuando termine esta negociación, Argentina va a haber tenido un proceso donde después de haberse consumido el capital, la desindustrialización y la moratoria, la tasa de endeudamiento seguirá siendo altísima. La contrapartida de este endeudamiento es la fuga de capitales. En los 90' había más deuda que fuga; ahora vamos a tener más capitales fugados que deuda pública. En este estado de cosas, es muy complejo plantearse estrategias de desarrollo si no se pueden cobrar impuestos a la fuga de divisas.

El último y más importante elemento es el tema de la distribución, pero no entendido como saldo de las políticas macroeconómicas sino como el eje a partir del cual hay que discutirlas. La vieja teoría del desarrollo, aquella que suponía que se podía obtener un mundo feliz si todos éramos keynesianos en el plano internacional, tenía como primer objetivo resolver el problema de la desigualdad y de la distribución del ingreso. Si hay algo que caracteriza la reformulación de esta sociedad, y por ende de sus aparatos productivos, si hay una lógica que demarca la estrategia de desarrollo futura y por ende también la lógica de conformación de otro modelo de sociedad, es precisamente la estructura de una nueva condición distributiva en América Latina.

El principal rasgo que surge al querer caracterizar la condición distributiva actual es el fenómeno de la población excedente: contingentes que están a la vera del ejército industrial de reserva, que no sirven ni para ser explotados. No es el problema de los que no fueron incluidos, sino de los que están siendo expulsados. Esto no deviene en ejército industrial de reserva, a causa de lo que se mencionó como el segundo ingrediente, a saber, una duración de los procesos de desocupación y de fractura de los mercados de trabajo que supera una década. Para los viejos macroeconomistas del desarrollo, una desocupación de diez años implicaba un desenganche del mercado productivo de por vida, aún a ritmos tecnológicos constantes. Qué decir cuando la tasa de desocupación del mismo contingente se extiende por más de una década en escenarios de amplio cambio tecnológico. Desaparece de este modo el viejo ejemplo de la dinámica del mercado de trabajo como mecanismo de reintegración de la sociedad al proceso de desarrollo, porque si se tiene una tasa de desocupación del 15%, de subocupación del 19%, de sobreempleo del 30%, y de empleo no registrado del 45%, el mercado de trabajo no sirve para capturar beneficios. No es una discusión acerca de la lógica de salarios contra productividad: es tan brutal el proceso de disciplinamiento que el salario sirve solamente para la reproducción física del asalariado a una canasta histórica muchísimo menor que las precedentes. Teniendo en cuenta esto, es claro que se puede hablar más de regresión civilizatoria que de desarrollo.

En el formato de ganancias extraordinarias que opera en la región se admite el proceso de rebelión de las élites: nadie está planteando reconducir el proceso de formulación y exportación del excedente. América Latina es hoy un continente que produce e internaliza miserias y exporta capitales. La lógica del formato de ganancias extraordinarias es ampliación del proceso productivo sobre la base de una ampliación del mercado externo de bienes banalizados o algunos segmentos en donde haya, dentro de ese mercado externo, niveles de sobre explotación o de subpago de la fuerza de trabajo más calificada. Porque a diferencia de las sociedades, que no se pueden mudar una a la otra, el capital sí puede mudarse de una sociedad a la otra. Hay un dato que es importante, en relación con la formación de ganancias extraordinarias, que es la composición inversa de la tasa de inversión. Al revés que en el resto de los modelos de desarrollo, el América Latina es altísimo el componente de inversión inmobiliaria y suntuaria en relación con la inversión productiva: mientras que los países desarrollados la proporción son 2/3 de inversión productiva, 1/3 de inversión inmobiliaria y suntuaria, en América Latina y en Argentina en particular, esas proporciones se subvierten. Esta es la lógica mediante la cual el capital responde a los procesos de regulación social y este es el punto en el que hay que discutir si se puede mantener abierta o no la cuenta capital, y qué estrategia darse en relación con el ahorro externo. Porque el otro dato, que viene a tirar por tierra algunas de las estrategias de desarrollo que se plantean como persistentes, es que la inversión extranjera directa en la década de los 90' se asentó principalmente sobre dos corredores: el financiamiento a la fuga de capitales y la compra de activos Estatales y privados, es decir, lo que se denomina en el balance de pagos "cambio de manos". La vieja disputa en torno a que el ahorro externo viene a llenar el pozo de lo que le falta al ahorro nacional para el proceso de desarrollo, a la luz de la década de los 90', se demostró como falso. Ya no es un debate entre desarrollistas, estructuralistas y marxistas de los 70', sino hacer la cuenta con el lápiz. El ahorro externo no financió desarrollo en América Latina, y tuvo contribuciones marginales en la formación bruta de capitales.

El planteo de algún tipo de estrategia de desarrollo tiene que, primero, ir desde el concepto de igualdad al concepto de acumulación de capital. Porque el problema en los 60's era la distribución de la demanda. Y en los 2000 es aún peor: el problema es la demanda. ¿Cuál es el aliciente que un capitalista va a tener en producir bienes de consumo durables para el mercado doméstico, cuando el 10% de la población captura el 35% del ingreso, el 20% de la población captura el 56% del ingreso, y el 60% de la población captura el 26% del ingreso? El capital opera sobre demanda solvente. En consecuencia, o se establecen reglamentaciones administrativas o se construye solvencia, y la única manera hacerlo sin subsidios al capital es con equidad social, lo cual no se logra a través del mercado de trabajo, que está desfondado, sino que tiene que ser una política pública de naturaleza universal que tienda a elevar los niveles de distribución del ingreso doméstico.

En segundo lugar, no puede plantearse en economías que -se decía- necesitaban ahorro externo para sobrevivir y para desarrollarse pero que, a la vez, no retienen el excedente que producen. Como tercer punto, estas medidas deben ser acompañadas por la orientación de la inversión, sobre la base de un proceso de industrialización. Con este set de precios relativos, la industrialización en la Argentina y en América Latina no necesariamente crea empleo. Es más, sin orientación de la inversión, el resultado es un panorama de nichos de comercio exterior y no de difusión del proceso técnico, menos aún de mejor distribución del ingreso. En cuarto lugar, hay que re-regular y tomar el control de áreas y servicios claves. En quinto lugar, hay que tomar medidas estratégicas con relación a la socialización del acceso al progreso técnico. Esto lo debe hacer el Estado, porque el mercado tiende a concentrar y a monopolizar el proceso productivo.

Finalmente, un tema de importancia cuando se discute desarrollo: qué es lo que se le ofrece al conjunto social para que se adhiera a una estrategia de desarrollo o de producción de sociedades. ¿Qué les ofrecía en los 40', los 50' y hasta en los 70'? A los sectores populares les ofrecía ingreso, empleo, acceso a una canasta creciente de bienes y proceso de movilidad social; a los sectores medios y altos, la inserción en el proceso de formación de capital y de formación profesional y de desarrollo sobre la base del crecimiento del mercado interno. ¿Cuál es el aliciente que este modelo de desarrollo, hacia fuera y hacia arriba, le brinda al conjunto de la sociedad? Es muy difícil encontrar grandes capitalistas dinámicos locales cuando el mensaje es que el mercado interno no va a crecer, la distribución del ingreso no va a mejorar, y el Estado no va a participar activamente en el proceso de acumulación de capital. Tenemos que empezar a pensar que el proceso de estrategia de desarrollo tiene más que ver con la producción rápida de ciudadanía que con la construcción de beneficios.

Comments: Publicar un comentario



<< Home