26.4.04

 

Por una vuelta al reino de este mundo

"Se cuenta con frecuencia la anécdota de aquel alumno que interrumpió a su profesor en medio de una clase de Teoría Económica y le dijo: "me sabe mal cortarle así, pero en el mundo real..." a lo que el profesor sin dejarle concluir respondió herido (¡herido!) "Señor Waldorf, debe usted recordar que el mundo real constituye un caso particular y, por consiguiente, no necesitamos tenerlo en cuenta"
R. McKenzie y G. Tullock (citado por MochÛn y Beker)

"A los economistas que no se ocupen principalmente, de modo directo o indirecto, de las operaciones de economÌas reales que ellos deseen transformar, mejorar o proteger del empeoramiento es mejor clasificarlos como subespecie de los filósofos o matemáticos, a menos que opten por ocupar el espacio que en nuestra sociedad secular ha dejado vacÌo el declive de la teología"
Eric Hobswbawm


Nuestra propuesta es sencilla: reflexionar sobre la capacidad de pensar la realidad argentina en el marco de la Carrera de EconomÌa de la FCE. Para ello abordamos dos planos, el académico y el institucional.

I

Comencemos por analizar la ciencia económica, tal como se nos enseña. Todos sabemos
que, en esta casa, domina la corriente neoclásica, por ende a ella debemos dirigirnos. Tratemos el problema basándonos en las dificultades intrínsecas de esta disciplina para resolver los interrogantes que nos llaman, dejando a un lado cuestiones extrínsecas tales como la calidad de nuestra instrucción. Si podemos demostrar que la economía neoclásica es, necesariamente,
incapaz de brindarnos el conocimiento que buscamos, entonces el mayor problema estará resuelto.

Como sabemos, los neoclásicos centran el estudio de la economía en la esfera del mercado; reconocen la existencia de la producción y de factores institucionales, pero no como variables verdaderamente relevantes. Suponen que el desarrollo del sistema se rige por leyes universales1, de modo tal que sus directrices son independientes de elementos histórico-estructurales. En este planteo, cuestiones tales como el desarrollo de las fuerzas productivas, las relaciones sociales y las condiciones específicas del intercambio en una etapa
determinada son secundarios: pueden afectar a las variables que gobiernan al sistema, pero de modo alguno a sus ecuaciones fundamentales2. Así, la historia se esfuma del centro de interés de esta disciplina, relegada al frío plano de "fuente estadística", cuya única función es la de permitir cuantificar (es decir, cliomería, o"ìeconometría retrospectiva").

Ahora bien, seamos justos con ellos y, respetando su metodología, apelemos al sentido común. El mío, cuando menos, sostiene fervientemente diferencias estructurales entre la Argentina de los '60 y la de hoy: desindustrialización, denacionalización, deuda externa, desempleo, sectores estratégicos en manos foráneas... Obviamente, quien no esté familiarizado con la doctrina neoclásica podría llegar a sostener (hereje él) que no sólo hubo un cambio cuantitativo en las variables, sino que las ecuaciones mismas cambiaron. Pero la economía que nos enseñan se
empeña en medir todo con la misma vara, siguiendo leyes fundamentales, modelos de
aplicación universal.
En resumen, las generalizaciones abstractouniversales de la Escuela Neoclásica pierden de vista
el carácter dinámico de su objeto, y con ello el objeto mismo.

Es por esto que hay que poder captar la evolución histórica de nuestro objeto, sus etapas, y las diferencias que se presentan dentro de cada una de ellas, las leyes particulares que las rigen, sus variables fundamentales y su evolución necesaria. Asimismo, captar la diferencia estructural entre sus unidades, su interrelación (ya sea a través de teorÌas desarrollistas, de la dependencia, del imperialismo, de la lucha de clases, etc.). Siguiendo estos preceptos encontramos dos enfoques sobresalientes. Por un lado, Marx y Schumpeter, puesto que ambos se centraron en los mecanismos económicos internos específicos que mueven a una economía capitalista y le imponen una dirección. Por otro lado, experiencias tercermundistas, como por ejemplo
la CEPAL, dedicadas a confeccionar modelos simples y abstractos que se ajusten a realidades concretas, es decir, modelos circunscriptos a contextos históricos específicos. En resumen, teorías del cambio endógeno o modelos abstractos pero de realidades concretas.3

Todo esto nos lleva a una conclusión: nada podremos decir de la realidad argentina si olvidamos la etapa mundial presente, el rol que ocupamos en ella y la etapa que hoy por hoy parece querer quedar atrás. Es imposible afirmar que el futuro inmediato será mejor que el pasado reciente, pero es igualmente imposible afirmar que el quiebre del modelo se resume en un simple ajuste cuantitativo de las variables fundamentales. Hasta aquí lo académico.

II

En el plano institucional, encontramos una FCE disociada de la Realidad Argentina. La segunda no encuentra en esta casa de estudios aportes para su desarrollo4, la primera no concibe la situación nacional como objeto de estudio ninguna de sus carreras.

Sumemos a esto la relación entre el estudiante y la Facultad. Nueva Escisión. El estudiante -al igual que la mayorÌa de los profesores- no tiene posibilidad alguna de participar ni en la elaboración de conocimiento ni en las decisiones que conciernen a su carrera. Recordemos la reforma del '97, elaborada a puertas cerradas por nuestra tan querida democracia calificada de docentes concursados5, así como el fraude en las elecciones de centro de estudiantes.

Tenemos entonces una interesante tríada de elementos indiferentes: los alumnos y la facultad, la facultad y la Argentina, la Argentina y los estudiantes.

Nuestra explicación de este escenario es la siguiente: la facultad se nos presenta, en tanto alumnos, como un ente externo, en el cual no nos vemos reflejados a nosotros mismos. Estudiamos en la FCE, pero no formamos parte de ella más que como meros consumidores de conocimiento ajeno. Así, los estudiantes no logran apropiarse de la carrera, razón por la cual tampoco se reconocen en los contenidos a ellos impartidos. Si esta no fuese la situación, si entendiésemos que la carrera debe ser nuestra6, entraríamos en plena contradicción con una serie de teorías y posturas ideológicas que no nos pertenecen, ni nos representan, ni tampoco nos sirven. Todo esto lleva a cuestionar el rol de sumisión al que nos vemos relegados los
estudiantes, que en tanto siervos de decisiones ajenas carecemos de libertad, en sus dos acepciones: una colectiva y otra individual. La primera entendida como la libre determinación de los pueblos, su soberanía e independencia. La segunda en referencia a ciertos derechos y obligaciones adquiridos. Obviamente, no puede existir libertad individual en un marco de esclavitud colectiva. Volviendo sobre lo que nos lleva a escribir, esto significa que no es posible concebir un estudiantado libre en un marco institucional profundamente antidemocrático que solo le reconoce obligaciones.

Si asumimos que los alumnos no se encuentran a si mismos en la facultad, que debería ser el vínculo material que medie su relación intelectual con el país, vemos que la reconciliación del estudiante con la realidad nacional solo es posible a través de su previa reconciliación con la Facultad, más específicamente con su carrera. Nadie se libera sólo, la libertad individual abstracta es sólo una mentira del individualismo más ingenuo. Al fin y al cabo sería libre de qué, si ni siquiera decide qué, por qué ni para qué estudia.

Conclusiones
Nuestras conclusiones son dos, sencillas y concretas.

Primero, debemos luchar por una carrera distinta, que no se cierre en modelos vacíos que nada nos dicen sobre nuestra realidad, sobre nuestro país, sobre la materialidad de nuestro pueblo.
Segundo, debemos luchar por nuestra libertad individual, es decir, por nuestra autodeterminación colectiva. A este respecto, la solución propuesta es la creación de una Junta de la Carrera de Economía -tal como existe en Filosofía y Letras o en Sociales-, donde los tres claustros sean democráticamente elegidos. Dicha Junta ha de tener el monopolio de decidir resolutivamente sobre cualquier tipo de reforma académica, de inclusión de nuevos temarios y materias que surgen en la ciencia económica, como también de establecer las pautas de cursada, promoción y designación de profesores, ayudantes e investigadores.

La conclusión es, en realidad, una sola: únicamente la emancipación colectiva de la carrera de economía de las burocracias anti-intelectuales de la facultad permitirá la conformación de estudiantes verdaderamente libres al servicio de su propia realidad nacional.

Mora

1 Estas leyes universales no son otra cosa que los modelos de aplicabilidad universal que nos enseñan en cada clase, modelos que jamás tienen referencia a nada que no sea la racionalidad de los agentes.
2 Esta crítica se funda en los escritos de Maurice Dobb.
3 Eric Hobsbawm, Sobre la Historia, Ed. CrÌtica, Barcelona, 1998.
4 A excepción del Plan FÈnix, que nada tiene que ver con los contenidos que se nos imparten ni con los estudiantes, que nunca fuimos invitados a participar; se trata del aporte de un grupo de profesores, de ningún modo de la institución como tal.
5 Recordemos que dicha reforma llegó a tal punto de barbarie que, originalmente, se proponía la unificación de las únicas dos materias de historia de nuestra carrera, a la vez que sostenía la necesidad de volverla optativa. Al fin y al cabo, ¿para qué necesita un estudiante de ciencias
sociales, por ejemplo de economía, saber de historia? Las grandes empresas, que sí fueron consultadas, tampoco vieron aquí ningún problema.
6 Obviamente, al decir nuestra incluimos a la totalidad de los profesores. Respecto a los ex alumnos que no mantienen una relación regular con esta casa, nuestra postura aún no está definida.

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