26.4.04

 

El golpe y la FCE: antes, durante y después

“El economista debe ser un filósofo y un reformador social”

La derecha sostiene que recordar el proceso es inconducente. “Es abrir heridas”. Con motivo del 28º aniversario del comienzo de la última dictadura - la dictadura-, se organizó una conferencia en la que se convocó a tres profesores que vivieron distintas épocas de la Universidad para que relataran los cambios que se produjeron y entender cómo se vio afectada. Alejandro Rofman, Saúl Keifman y Andrés Musacchio aceptaron la invitación y nos contaron el antes, el durante y el después de la dictadura en Córdoba 2122. La charla, que comenzó con las exposiciones de los invitados, fue dirigiéndose naturalmente, como guiada por la mano invisible, hacia temas como la profesión del economista, la posición de la carrera dentro de la facultad, la política en los estudiantes y en los profesores (con la mirada de todos los presentes puesta siempre en la anunciada reforma de plan de estudios), y terminó con una propuesta de acción, con un compromiso. Pasen y vean cómo en dos horas la negación de la memoria quedó, una vez más, refutada.

LA UNIVERSIDAD REFORMISTA: ASCENSO Y OCASO

Alejandro Rofman: Luego del ’55 la universidad se organizó bajo los principios de la reforma, que tenían como criterio central la designación de los profesores por concurso de antecedentes. Esto nunca había sido posible en la universidad argentina, en donde los profesores eran designados a dedo por los consejos directivos o el decano. Se instrumentaron las cátedras paralelas, experiencia que luego del ‘83 se hizo en muy limitada proporción, que permitían que, ante la disconformidad, los estudiantes propusieran que se abriese una cátedra con la misma legitimidad que la oficial, a objeto de poder escuchar otra voz, o tener otro método de aprendizaje. Por primera vez se hicieron elecciones abiertas dentro de los tres estamentos universitarios: profesores, graduados y estudiantes, y accedieron a funciones del consejo directivo.

Los egresados jóvenes tenían la posibilidad de hacer cursos de docencia libre: de adscribirse como docentes ad honorem y hacer un aprendizaje de dos años dando clases compartiendo la cátedra con el profesor titular. Se implementaron convenios y muchos alumnos acudieron a Chile, a EEUU y Europa a especializarse; con el compromiso de que cuando terminaran su maestría o su doctorado volvieran acá.

Esta estructura permitía dos cuestiones muy importantes: en primer lugar el ir poblando las cátedras con jóvenes egresados de la casa con una sólida preparación académica en universidades tanto de América Latina como de EEUU o Europa. En segundo lugar, crear nuevas carreras. La carrera de Economía se creó aquí en Buenos Aires a fines de los ’50 y fueron los delegados estudiantiles quienes armaron el plan de estudios, sin experiencia previa pero tratando, en un proceso muy abierto de discusión en el claustro estudiantil, de llevar todas las nuevas orientaciones metodológicas, propositivas y de principios teóricos a las cátedras.

Durante la época del Onganiato, pese a que la Universidad estuvo intervenida, se pudo seguir trabajando. Por supuesto sin el espíritu de antes, pero al menos la mayoría de los profesores pudo seguir dando sus clases y no tuvo limitaciones para expresar sus ideas.

La etapa que comienza en el ’73 está marcada por el predominio dentro de la universidad de la Juventud Universitaria Peronista. Esto abre otro modelo de gestión universitaria que tiene algunos puntos de contacto con lo anterior: se abre un espacio muy rico en creación teórica y trabajo de los estudiantes. Tiene otro perfil porque carece de la legitimidad democrática del período anterior (hasta el 66), pero es todavía mucho más rica en creación colectiva, en búsqueda de nuevas ideas en lo que fue la explosión en América Latina a fines de los ’60 y principios de los ’70: toda una revolución de ideas y de políticas, que trasciende los marcos normales, y entra a tener fuerte presencia en la facultad. Todos los estudiantes, los trotskistas, los camporistas, los Montoneros estaban todo el día en la facultad, porque la facultad era el lugar de la militancia, actividad que tenía un valor altísimo: el aporte de los estudiantes en las luchas tan intensas de aquella época que nunca más existieron.

Eso se cortó bruscamente de una manera insólita para todos nosotros, que habíamos hecho de la universidad nuestro lugar de vida, en octubre del ‘74 con la famosa “Misión Ottalagano”. El ‘74 fue un antecedente del ’76: fue la primera limpieza ideológica de la universidad; desaparecieron todas las formas democráticas. El interregno entre octubre del ‘74 y marzo del ‘76 fue un período de aprendizaje para quienes reprimían la voluntad popular. Con el golpe militar la posibilidad de expresarse se cierra definitivamente.

EL MIEDO Y LA DESTRUCCIÓN CONSUMADOS

Saúl Keifman: El gran cambio que empieza en la universidad se produjo antes del golpe. Cuando yo entré, en marzo de 1976, gran parte del trabajo represivo ya estaba hecho, aunque por supuesto después se fue acentuando: uno se enteraba de profesores que caían presos, u otros que eran cesanteados.

En cuanto a las aulas se había creado un clima en donde la discusión abierta era muy difícil, lo que por supuesto no está aislado de lo que pasó en el resto del país. Muchos alumnos decían “no, de política no queremos hablar”. No había discusiones en los cursos, había muy poca participación de los estudiantes, las materias se dictaban de un modo bastante tradicional, es decir, se dictaban.

La carrera dejó de ser plural: hubo algunos profesores de muy buen nivel que quedaron, por supuesto todos de formación neoclásica (algunos no eran neoclásicos pero se volvieron); que convivían con profesores muy mediocres. Había materias que directamente no se podían cursar.

Sin embargo lo que sí se perdió en la dictadura, y que no se recuperó, fueron algunas cuestiones institucionales que son importantes: los concursos, las cátedras libres.

Se mantuvo el Instituto, pero con muy pocos investigadores de dedicación exclusiva. Y esta es una de las debilidades que tenemos en la carrera que no pudo ser superada: es imposible pensar el una carrera de Economía si no hay un núcleo permanente de profesores con dedicación exclusiva que se dedique a la investigación. Lo que nos falta es una renovación, tenemos una gran dificultad para reclutar profesores investigadores que se dediquen al trabajo académico.

Otra cosa que se destruyó con la dictadura es el pensamiento propio. La UBA tiene una gran tradición de un pensamiento económico que sobre todo se dedicó a analizar la problemática argentina y latinoamericana. Tenemos la idea de que no podemos pensar por nosotros mismos, que la ciencia y la verdad no la podemos alcanzar: hay que ir a buscarlas al exterior. Pero las problemáticas no son las mismas, los problemas del desarrollo están muy mal entendidos en los centros académicos del mundo desarrollado porque ese no es su problema. Esta debilidad que señalaba de la universidad pública, es sin duda una herencia de la dictadura que no fue superada por la democracia, es una de las grandes deudas.

También se ha perdido la creatividad, la efervescencia política, el debate, la motivación; en los alumnos, y también de los graduados. En los alumnos no veo motivación, quizás tenga que ver con que hay mucho desempleo, entonces la cuestión de la salida laboral es algo que angustia mucho, pero ahí hay un problema... Demasiada preocupación por la nota. Qué entra en el examen, qué no. Es algo que realmente nosotros no preguntábamos. No preguntábamos eso.

LA DEMOCRACIA: ESPACIOS RECUPERADOS Y DEUDAS PENDIENTES

Andrés Musacchio: Cuando yo entré a la facultad, la dictadura ya se había ido. Entré en ese momento de gran efervescencia política que fue el periodo de fin de la dictadura, impulso que duró dos o tres años más de una manera clara. Encontrábamos en la vida cotidiana algunas rémoras de la dictadura, nos seguían, o había soplones en la rotonda, pero no pasaba nada, ya no era peligroso. Cuando ese impulso terminó, se produjo una gran desmovilización. La lucha estudiantil se transformó en una escalera hacia la política más vulgar: cómo escalar posiciones hacia la cámara de diputados. Eso lleva a que se pierda por completo el contenido de las luchas estudiantiles.

La desmovilización tiene como contracara una carrera que ha sido encauzada hacia una hiper profesionalización para adaptarla a la salida laboral, principalmente al mercado financiero que es la fuente laboral principal desde la reforma financiera del ’77. Parece ser el gran agujero negro que se chupa a todos los economistas. Esta híper profesionalización esconde una falta de reflexión muy profunda sobre nuestra propia disciplina.

Uno de los elementos centrales que nos han eliminado con la dictadura es el conflicto: en los trabajos anteriores al ’76 me encuentro que la literatura lo tiene como tema principal. Por otro lado, los economistas de mi generación logramos inicialmente un sentido crítico que hoy noto que falta en buena parte de los profesionales y, esto es lo que más me alarma, falta también en los estudiantes. Uno les puede contar cualquier historia en clase que les da lo mismo. Toman nota y reproducen. Eso es un problema grave, que se agrava también con un nivel docente que se ha ido achatando. Ahora ya no por falta de libertad, sino por falta de recursos.

Yo viví esa primera apertura postdemocrática en donde ingresaron todos estos profesores heterodoxos. Teníamos también prefijado el camino neoclásico en casi todos los cursos, pero lográbamos encontrar algún curso en el cual escapar un poco a la visión tradicional: logré armar así buena parte de mi carrera. Pero claro, esto se puede hacer cuando uno entra desde la crítica. Yo sabía antes de empezar mas o menos qué era lo que quería. Y ese sentido crítico que se ha perdido es el que también lleva a que uno ni siquiera se extrañe por este tipo de cosas porque no sabe bien qué es lo que está buscando.

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LA ACADEMIA Y EL MERCADO

-¿Cómo creen que puede conciliarse una carrera profesionalizada con un buen contenido teórico, si es que existe una buena conciliación entre las dos partes?

S.K.: Los de la carrera de Economía somos una minoría en una facultad donde las carreras mayoritarias son por su naturaleza carreras profesionales. Pero la economía no lo es; la economía pretende ser una ciencia. El papel de los economistas es entonces confuso, porque también tiene mucho que ver con la política. Esto tiene que tener que ver con una buena carrera. Y es imposible tener una buena carrera científica si uno no tiene un núcleo de científicos.

Aunque la carrera por su naturaleza es académica, científica, no todos los economistas tienen que ser economistas académicos, pero a mí me preocupa que la mayoría de los economistas no lo sean. Esto es terrible porque cuando los economistas no son académicos empiezan a trabajar para intereses especiales. Por ejemplo, el poder del sector financiero: dudo de cuál es el grado de seriedad científica que pueden tener muchos de los economistas que trabajan para bancos internacionales. El doctor Rivera dice: “la verdad que los economistas se parecen cada vez más a los abogados”. Y sí, los economistas nos parecemos a los abogados, porque defendemos al interés que paga. Eso es terrible, eso va en contra de la naturaleza de esta profesión, que en su origen era la Economía Política. Cuando yo ingresé esta carrera se llamaba “Licenciatura en Economía Política”. Vino el golpe, le cambiaron el nombre y le sacaron “política”, y quedó así. “Acá no se enseña a hacer política”. La Economía Política es una reflexión sobre la sociedad, el economista en esa reflexión se especializa en un aspecto, pero no lo puede disociar del resto de la sociedad. Olivera una vez dijo: “El economista debe ser un filósofo y un reformador social”. Fijáte qué alejados estamos hoy en día de eso. Esta disciplina perdió todo papel crítico que tenía en un pasado no muy lejano. La época a la que Alejandro se refirió era una época en la que la economía jugaba un papel mucho más crítico. Entonces lo que claramente tiene que predominar es lo otro. Porque si predomina el aspecto profesional, entonces ahí terminamos siendo abogados. Un abogado responde al cliente que mejor paga.

A.M.: El problema me parece que es la híper profesionalización: esa economía extremadamente matemática en donde se pierde de vista el problema, en donde, según Friedman, “hoy nos interesa la segunda derivada y mañana tal vez la tercera, no importa de qué, el tema es la tercera derivada”. Yo creo que eso lejos de profesionalizarnos, nos ha desprofesionalizado: hemos perdido la sustancia de la profesión.

Varios colegas han manejado el país a su antojo a partir de representar ciertos intereses escondidos detrás de esa híper profesionalización, y que no está mal que existan. Todos los economistas tenemos nuestra posición en la sociedad, ninguno habla como científico puro. Pero la supuesta cientifización se usa para ocultar esos intereses. Decir: “Acá no hay intereses. Esto es la ciencia económica. Todo lo demás es una chantada” es la chantada que nos han vendido algunos economistas de los últimos treinta años. Me parece que lo que tenemos que hacer es ir hacia una economía mucho más rigurosa en los problemas que se plantean, y no en el virtuosismo de resolver problemas intrascendentes.

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EL CLAUSTRO DOCENTE

-Se habló de rupturas que no tuvieron vuelta atrás durante la democracia, como la falta de un espíritu crítico, la falta de un debate nacional, de concursos...¿Qué rol les parece que tuvo el claustro docente en la continuidad de esas políticas?

A.R.: Te contesto brevemente con una confesión: desde hace cinco años que no hay reunión de claustro de profesores de economía. No hay discusión, no hay intercambio; eso deteriora los vínculos. No pido un gran debate: esto que estamos discutiendo ahora, discutirlo entre profesores, cómo vamos a enfocar la carrera... La facultad ha retrocedido notoriamente en su capacidad de crear un claustro docente activo, vivo, interesado, comprometido, coordinado. Lo tuvimos. Cuando yo entré en esta casa teníamos reuniones una vez por mes...

S.K.: Yo creo que los docentes hacen lo que pueden. La falta de apoyo, de recursos, de reuniones. Hay muchos profesores que no cobran. Muchísimos. Están enseñando en las sedes y no tienen ninguna cátedra que los ampare. Esto se agravó con la reforma del ’97.

El problema de que somos una minoría, y hay un problema de coordinación. En esto los estudiantes nos pueden ayudar mucho, en recrear un espacio de la carrera, que tiene que ser un espacio de docentes y estudiantes que traten de trabajar de manera colectiva para mejorar la carrera. Hay recursos que podrían usarse mucho mejor, hay muchas cosas que se podrían hacer y no se hacen. No les crean cuando les digan que no hay plata.

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EL CORTO PLAZO

-Así como se comentó que ocurría durante la dictadura, hay materias completas que en la actualidad no cuentan ni con un solo profesor idóneo. Yo quería saber qué les recomiendan a los estudiantes para tratar de contrarrestar esto en el corto plazo, más allá de que responde a un gran problema estructural.

S.K.: A mí me parece que hay muchos mecanismos que se pueden instrumentar. Las encuestas que los grupos estudiantiles están haciendo tendrían que ser institucionalizadas por el Departamento de Economía. Con respecto a la masividad, el problema no es sólo de esta facultad, ni de la UBA. La solución tradicional, que se usa en otras facultades y funciona muy bien, es la división entre las clases teóricas y las prácticas. Para eso no necesitás muchos buenos profesores y comisiones en donde se dé el debate. Por ejemplo, Medicina de noche está vacía ¿por qué no utilizarla?. Lo peor es creer que otra cosa no se puede hacer porque no hay recursos, porque no hay lugar...

A.M: Pero además hay que patalear, hay que enfrentarse.

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“LENTO, PERO VIENE”. EL LARGO PLAZO

- Cuando fue la reforma del ’97 ustedes comentaron que el plan se les presentó cuando ya estaba hecho, ¿creen que en esta próxima reforma se pueda dar algo distinto?

A.R.: Yo me acuerdo que los estudiantes se acordaron un poco tarde. Como viene, hay que tener ya una idea clara de hacia dónde nos queremos dirigir. Valdría la pena que este grupo de animosos estudiantes que han cubierto esta sala y no creí que estuviera tan llena, desde ya se lo pusiese como objetivo a cumplir.

S.K.: Muchas de las pérdidas fueron posibles porque no tenemos una voz. No tenemos una institucionalidad propia y eso tiene que ver mucho con nuestra individualidad. Hay que pensar en un espacio en el que podamos encontrarnos los que estamos interesados en esta carrera: crear un ámbito que tenga que ver con la carrera de Economía, los claustros docentes y estudiantiles. Yo creo que el plan de estudios es una oportunidad muy importante para institucionalizar una voz que participe, pero que no se quede solamente ahí, porque el plan es importante, pero acá hay cosas mucho más graves. El punto crucial es que si no tenemos una entidad, aquellos que nos preocupamos por la carrera poco podemos hacer: lo que falta es la presión de esa entidad, un ámbito de discusión de los problemas, que presione y que actúe. Por nuestro lado los profesores vamos a tratar de hacer algo; ustedes los alumnos tienen que presionar como estudiantes.

A.R.: Nuestra carrera no está organizada como otras. En Filosofía y Letras, donde historiadores, filósofos, licenciados en Letras tienen un objetivo en común, cada carrera tiene una estructura participativa, tiene el claustro de profesores con representantes de estudiantes y graduados. En esta facultad somos evidentemente una minoría, nuestro perfil es distinto: es un buen momento para exigir la organización de la carrera.

Con respecto al plan de estudios, tiene que tener algo que ver con lo que sucede en la Argentina o lo que pretendemos que suceda: construyamos un instrumento de aprendizaje que tenga que ver con las respuestas a las demandas de la sociedad. Entonces, como dice Benedetti, “lento pero viene”, podamos construir entre todos un marco de educación. Cuando aparezca finalmente el debate sobre el plan de estudios todos nos tenemos que poner a debatir. Y si no nos dejan, empujemos la puerta para entrar.

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EL CENTRO DE ESTUDIANTES

-Yo quería saber qué opinión les merece a los profesores el tema de la falta de democracia en las elecciones, el desfile de patovicas que tuvimos a fin de año.

S.K: A mí me parece un escándalo, la facultad es Santiago del Estero: hubo dos fraudes. No uno, dos.

A.M: Yo vi cómo se construía un centro de estudiantes en la post-democracia con dos características: a espaldas de los alumnos, pero también sin la participación de los alumnos: era un ida y vuelta. Es un sistema que se construyó de manera perversa, pensando en la cámara de diputados. El actor principal, y me parece que este tipo de reuniones puede ser un indicio de un cambio saludable, es el estudiante, que tiene que sacar a quien no lo representa, y tomar la representación de los sectores propios.

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LA ORGANIZACIÓN POLÍTICA

(intervenciones del pùblico)

- Una necesidad muy fuerte que se está percibiendo en los últimos años es la de tener una actividad conjunta entre docentes y estudiantes. Creo que una de las pérdidas más fuertes es de una organización política, porque no podemos hablar de docentes si no hay presupuesto para esos docentes, y no podemos hablar de estudiantes que estudien, si tienen que trabajar todo el día para venir a la universidad.

- Yo creo que muchos de los docentes no participan porque es una sociedad que es muy individualista. Hay una gran diferencia en la voluntad por enseñar que tienen los docentes del principio de la democracia con los que estaban de periodos anteriores.

- Más allá de los problemas del programa de estudios y qué sé yo, la discusión tiene que ir hacia cómo se recuperan esos espacios de acción política, tanto desde el claustro de docentes como el de estudiantes.


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